viernes, 25 de junio de 2010

Una fe triste

En los últimos años del siglo XIX, un hombre que tenía a su madre enferma iba todos los días a rezarle y hacerle promesas al Cristo de Guía en su ermita de las afueras de Castilleja de la Cuesta, cerca de Sevilla. Según las crónicas de la época, era un vecino de buena posición social y muy conocido en la localidad, lo que no encaja bien con el suceso que vino luego. La madre empeoró y murió, dejó al hijo solo y desconsolado y con la convicción de que el Cristo de Guía no había querido salvarla. Se emborrachó, se dirigió a la ermita, rompió el cristal del nicho de la imagen, le sacó los ojos con un cuchillo y la golpeó hasta arrancarle la cabeza. Un extraño caso de fe popular, débil y muy triste, que dejó asombrados a los vecinos de Castilleja y de los pueblos vecinos, pues nunca había sucedido nada igual ni parecido. El dolorido devoto, al ser detenido, se mostró muy satisfecho por haber vengado la muerte de su madre.
 
De inmediato se organizó una peregrinación en desagravio al Cristo. Aparte de un delito por atentado a un bien artístico, se trataba de un sacrilegio. "Por todas las trochas y caminos que se dirigen a Castilleja veíanse las filas de fieles y los reflejos metálicos de las cruces y estandartes de las corporaciones de otros pueblos." Los peregrinos, con escapularios y libros de devoción, se protegían como podían del polvo que levantaban los coches particulares, de caballos, entonces, que se dirigían a la ermita. Llegó el cardenal Spínola, hoy beato, acompañado de los principales párrocos y autoridades de Sevilla y comarca para el solemne acto. Paralelamente, una legión de mendigos, cojos, ciegos, mudos y harapientos, una corte de pedigüeños como la de los Milagros, seguía el cortejo esperando mover la caridad de los asistentes. A un suceso insólito le siguió una exageración piadosa. Costumbres de la época.
 
Poco tiene ver este caso con el atentado a Jesús del Gran Poder hace unos días. El primero pertenece a una tradición de confianza ciega en el poder taumatúrgico de las imágenes, una mezcla de fetichismo piadoso, superstición ante los poderes misteriosos e idolatría cristianizada, una fe tan pobre, tan indigente y poco razonada que no necesitaba de teologías sino de milagros. El segundo atentado es moderno comparado con lo arcaico del primero. Parece una importación más de Estados Unidos, como el 'orgullo gay' y rarezas por el estilo, donde hay sectas delirantes, mesianismos, profetas, visionarios de todas clases e interpretaciones de las Escrituras de felicísima imaginación. Sólo en el cristianismo, que da libertad a los creyentes, se pueden dar torcimientos de la fe como los del dolido devoto de Castilleja o los arrebatos del 'mesías' de San Lorenzo, aunque este último más parece sospechoso de desear la fama de los infames por la vía expeditiva. En tiempos de relativismo la infamia da rentas.
 
Fuente: Diario de Jerez (Artículo de Francisco Bejarano)

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