jueves, 11 de septiembre de 2008

Liberalización del aborto

Reproduzco a continuación parte de un artículo de José Luis Restán publicado por Libertad Digital y que he considerado conveniente "colgar" en mi blog, por interesante y revelador. Pido disculpas por la fotografía, pero he creido importante poner en conocimiento como es un feto con 21 semanas.
Máscaras fuera. Atrás quedaron los tiempos en que la despenalización del aborto se justificaba como solución de un dramático conflicto entre dos bienes, la vida del concebido no nacido y el bienestar físico o psíquico de la madre. Era un "último recurso", siempre indeseado, casi una fatalidad. Los políticos del PSOE lucían para la ocasión un semblante serio, entristecido... "¿A quién le gusta el aborto? – decían –, pero es una necesidad regularlo".
Pues bien, aquel mohín de impostada amargura se ha transformado en alegre desenvoltura, la de la ministra Bibiana Aído que nos anuncia "la mejor ley de aborto posible", una ley que asegurará los derechos de las mujeres que quieren abortar y de las clínicas que se dedican a este lucrativo negocio de la muerte. Era tal la aparente normalidad del anuncio, que parecía como si la ministra estuviera perorando sobre el mercado de las hortalizas o sobre la campaña turística del verano. ¡Fuera prejuicios!, recitan a coro los mandamases de este PSOE, cuya principal seña de identidad es la cultura de la muerte. Ya no estamos ante un drama que hay que gestionar despenalizando un delito, sino ante una extensión de derechos. La verdad es que hace falta taparse los ojos y la nariz para no sentir arcadas escuchando a la ministra y a sus colegas.
El panfleto Público anuncia en portada una ley de aborto libre en las 21 primeras semanas, y en un primer momento uno siente que en Moncloa se han vuelto locos... y luego piensa que no, que todo es muy coherente. Tras la carnicería destapada en las clínicas de Morín (uno de los grandes beneficiados de la futura ley) al Gobierno no se le ha movido una pestaña. Nada de asegurar el cumplimiento de la ley, nada de afrontar el escalofrío de esas vidas truncadas, nada de moratorias y replanteamientos: esta es la ocasión abrir el portón al aborto libre, moderno y aséptico. Un aborto sin prejuicios, vamos, con lo mejor de la legislación de todo el mundo sobre la materia. Como ha dicho Monseñor Sebastián, estamos ante el mayor escarnio que se pueda imaginar, porque un aborto voluntario es sencillamente un homicidio premeditado y alevoso.
Ahora bien: este Gobierno que enarbola la bandera de la cultura de la muerte con tanta trompetería, no se atrevería a hacerlo si no supiera que cuenta con el apoyo, o al menos con la complacencia pasiva de una mayoría de la sociedad española. Es cierto que el PSOE se cuidó mucho de no poner negro sobre blanco sus planes sobre el aborto, pero vamos a dejar de engañarnos. Cualquiera que escuchase a Blanco, a Soria, a Bermejo, o al mismísimo Zapatero, podía entender que el aborto libre es una de las joyas de la corona ideológica de este Gobierno que presume de ampliar los derechos y que juega a romper todo vínculo con la tradición ética y cultural de nuestro país. Y a pesar de todo, una mayoría social le apoyó. Ese es el drama, ese es el desafío.

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