
En Suárez y el Rey (de Abel Hernández) se cuenta la historia de España durante la transición, mientras Adolfo Suárez llegaba a la Presidencia del Gobierno. Pero se cuenta desde un prisma más personal. Trata de la relación de amistad y lealtad que se profesaron dos jóvenes llamados a escribir las páginas más importantes de la historia política reciente española.
Narra el encuentro, el desencuentro y el reencuentro de ambos, fieles servidores del pueblo español, pero sobre todo, amigos. La historia, con el tiempo, se ha encargado de dar a Adolfo Suárez el sitio que se merecía, el del verdadero impulsor de los derechos y libertades de los que hoy todos disfrutamos. Pero llega tarde, como siempre suele ocurrir. Hoy con la memoria perdida, consecuencia de los duros golpes recibidos, y sumido en su propio mundo, no puede disfrutar de ese reconocimiento merecido hace muchos años.
Eduardo Navarro, su fiel colaborador, dice que “está borrando la memoria; su enfermedad es un decaimiento del alma”. El libro relata, en su último capítulo, el reciente encuentro entre Adolfo Suárez y el Rey en el que se reencuentran dos viejos amigos y que el autor describe así: “Los dos parecían cansados, con el tiempo y la historia a la espalda”. La foto de ese momento ha dado la vuelta al mundo.
Termina el libro con un deseo del autor: “Me gustaría, en fin, que este relato se interpretara como una defensa de la lealtad, que, como dice Ortega, es el camino más corto entre dos corazones, y una reivindicación del sentimiento y del pensamiento generoso en la política”.
Recomiendo su lectura, en la política también hay sentimientos.
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